Mi entrenador personal por wasap me lo había dicho la noche antes… «ya sabes… reservando para no hundirte en los km. finales cuesta arriba», y ¿qué hice yo? ¡¡¡ni caso!!! como casi siempre… 🙂
Salió una mañana estupenda, y hasta el km 13 corrí con Davichín y Jaime, que corrían la media y allí las dos carreras se separaban. A partir de ahí, como me sentía un superhéroe, fui hasta el km 25 como si no hubiera mañana, adelantando al globo de 4 h (que había salido 10m antes) por la acera, a toda pastilla, e imaginándome entrando en la meta en 3h 30m 🙂 (siempre tuve mucha imaginación)
Pero mi entrenador tenía razón… (luego me dijo que intuía que me iba a flipar) y la falta de entrenamiento se nota… así que la rodilla empezó a doler y parecía que me iba a dar un calambre en el muslo en cualquier momento… ¡Y justo ahí empieza lo bonito! Creo que por eso entreno tan poco, para no perderme ese debate interno entre el cuerpo, la cabeza y el corazón. El cuerpo empieza a doler y a funcionar más lento (mi entrenador me contó un rollo del cambio metabólico del paso de quemar azúcar a quemar grasas), la cabeza comienza a mandar pensamientos negativos (sin parar), y solo queda dejar que el corazón te lleve (y lo hace).
El globo de las 4h al que había pasado hace varios km me alcanzó, iban contando un chiste de un trío, justo detrás de mí. Al poco tiempo me pasaron, y ahí supe que tocaba sufrir… pasé de estar adelantando a otros todo el rato, a ser adelantado todo el rato.
Disfruté muchísimo de ese debate interno. Si no corres es difícil de entender. Pero hay pocas cosas más gratificantes que vencerse a uno mismo.
En el km 36 me esperaban Natalia, Lucía y Lucas y ahí me volvió el subidón. Al final, ¡prueba superada!, tercera maratón, 4 h 0m y con ganas de volver al Rock&Roll por las calles de Madrid en 2018.
Esta vez la medalla le tocó a Lucas, que la tuvo puesta todo el día. La limpiaba con un papel porque decía que era de oro. Y para celebrarlo, un cocido de mi suegra tras tres días comiendo y cenando pasta, una Judas de 8,5º, tarta de chocolate y ¡al cine a ver el Bebé jefazo!, un día inolvidable 🙂
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