Carl Sagan, uno de los divulgadores científicos más inspiradores de la historia, ideó un calendario cósmico a escala de toda la historia del universo. Desde el Big Bang -el 1 de enero- hasta hoy, al que le correspondería el 31 de diciembre. Todo estaba contenido en un año, desde el nacimiento de la Vía Láctea hasta la extinción de los dinosaurios. 13.800 millones de años en una escala de 365 días.

En dicho calendario cósmico, hasta el 9 de Septiembre no se origina el Sistema Solar, y hasta el 30 de dicho mes, no aparece la primera forma de vida en la Tierra, que se desarrolla durante los últimos tres meses del año. El día de Navidad, aparecen los primeros dinosaurios, que se extinguirán por completo 5 días más tarde.
Y bien, ¿cuándo entra el ser humano en escena?
Nuestros primeros antepasados Sapiens, no aparecen hasta 10 minutos antes de la medianoche del 31 de Diciembre, y, toda la historia del ser humano que conocemos, se reduce a los 21 segundos previos a las campanadas, desde las 23:59:39 del 31 de Diciembre.
¿Sientes algo de vértigo antropológico?
A ver si resulta que nuestro dominio de 21 segundos sobre el planeta pierde brillo si lo ponemos a escala cósmica… ¡Todavía nos quedan 5 días menos 21 segundos para destronar a los dinosaurios! 🙂
El calendario cósmico de Sagan me parece una preciosa herramienta para poner en contexto el tiempo humano, relativizar nuestro lugar en el universo y reflexionar sobre qué podemos ser como especie.
Si lo llevamos al plano individual-personal, y según la escala usada (15.000 millones de años, que fue la original, o la actualizada de 13.800 millones de años), una vida humana promedio sucede (literalmente) en un abrir y cerrar de ojos, con una duración de una o dos décimas de segundo.
¿Cómo se te queda el cuerpo?
Así que, la tarea para hoy es la siguiente: ¿en qué (con quién / para qué) vas a invertir tu décima de segundo?
Por si te sirve de ayuda, acompañamos la pregunta con una de las mejores canciones de la historia de la música, Una décima de segundo, de Antonio Vega.
Es bastante posible que la décima de segundo de Antonio Vega sea la misma que la de Sagan hecha poesía.
Que la disfrutes. Un abrazo cósmico.