La siguiente historia aparece como bonus track en El antídoto, escrito por mí en clave autobiográfica 🙂 e ilustrado por el gran Santy Gutiérrez, un fenómeno. ¡Aquí va!
El amor ahuyenta al miedo
Aldous Huxley
Tengo una teoría sobre el amor y el miedo. Durante años, mis hijos y yo, hemos desarrollado una efectiva técnica para sustituir el segundo por el primero. Te lo cuento tal y como lo vivimos.
Al parecer ronco por las noches (eso me han dicho). Creo que mis ronquidos ejercen una película acústica alrededor de mi cuerpo que me impide escuchar a mis hijos durante la noche cuando tienen pesadillas.
Natalia, mi mujer, tiene un oído finísimo, capaz de distinguir la voz del hijo que tiene pesadillas en medio de la oscuridad de la noche, y de reunir la suficiente energía como para darme un codazo en los riñones y balbucear un nombre («Lucía» o «Lucas») sin apenas despertarse.
El codazo suele vencer la película acústica que me protege del ruido exterior y me levanto como un autómata en la dirección indicada. Mis hijos me llaman a mí siempre, porque, aunque desconocen que no les escucho, saben que soy el que finalmente acude en su auxilio.

Al llegar a su habitación, me los encuentro atemorizados por culpa de una araña imaginaria, una cucaracha, un zombie o algún ninja rabioso, y entonces ponemos en práctica una depurada técnica que inventamos para sustituir la pesadilla por un sueño bonito.
Lo primero que hacemos es extraer el mal sueño. Para succionarlo, acerco mis labios a su frente y sorbo con fuerza tres veces, ni una más ni una menos, haciendo una pausa teatral después de cada sorbo para expulsar la pesadilla fuera de sus delicadas cabecitas.
Una vez succionada la pesadilla, es el momento de implantar en su lugar un nuevo sueño, que llene ese espacio y que les haga viajar con su imaginación hacia un precioso lugar en su memoria.
Solemos acordar el pensamiento a insertar antes, buscamos un momento especial en familia o alguna anécdota divertida. Una vez acordado, procedemos a la fase de inserción.
Vuelvo a pegar los labios en su frente, en un punto preciso y precioso entre sus ojos, y en lugar de sorber, les doy un beso, mientras pienso con toda la intensidad de la que soy capaz en la imagen que acabamos de acordar. Como si al pensarlo con mucha fuerza, ese pensamiento fuera a deslizarse hacia su cabeza a través de mi beso, como en efecto sucede.

«Ya está, la pesadilla ha desaparecido, ya tienes un sueño bonito», les digo, y vuelven a dormir a pierna suelta durante toda la noche. Las pesadillas siempre desaparecen cuando un sueño hermoso ocupa su espacio.

Esta sencilla técnica puede revolucionar el futuro del ser humano, porque dentro de cada adulto infeliz vive un niño asustado al que nadie sorbió sus pesadillas a tiempo. A efectos prácticos, es mucho más inteligente dejar el futuro en manos de personas felices, que en manos de personas con miedo.
Si todos los padres del mundo le dedicáramos cinco minutos cada noche a imprimir un sueño hermoso en la mente de nuestros hijos, crecerían en un mundo de sueños hermosos, y trabajarían para construir un futuro acorde a sus sueños.
Así que, si queremos garantizar el futuro del ser humano como especie, tenemos que empezar por la base, por besar con intensidad a nuestros hijos cuando tienen miedo, porque, como decía Huxley, el amor ahuyenta al miedo.
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