Mi abuelo Pedro murió cuando yo era pequeño, pero nunca olvidé una historia que me contó.
Un día que regresé de jugar al fútbol sudando como un pollo, me dijo que un chico que conocía se había quedado ciego por tirarse al agua sin refrescarse antes (no sé si era cierto o se lo había inventado para ahorrarme una lipotimia). Así que me llevó al baño, puso mis muñecas debajo del grifo y dejó correr el agua fresca por ellas, para que mi sangre se enfriara y llevase ese frescor a todo mi cuerpo.
Aquello me impresionó tanto que nunca lo olvidé. Así que, todavía hoy, más de tres décadas más tarde, cada vez que vuelvo de correr, lo primero que hago es poner mis muñecas bajo el grifo, enfriar mi sangre y acordarme de él con una sonrisa.
El consejo es, trata (cada día) de crear bellos recuerdos en otras personas, porque la memoria es así de caprichosa y nunca sabes qué huella de ti quedará impresa en la memoria de los demás para siempre.
Que cuando piensen en ti al cabo de los años, lo hagan con una sonrisa 🙂
No lo olvides.