Lucas, mi hijo pequeño de 5 años, al que seguro que conoces de nuestras aventuras en el patio en el centro del universo, no entendía por qué el lunes tenía que reincorporarme al trabajo después de las vacaciones.
Le conté lo que ya imaginas, que necesitamos el dinero para comer, pagar las facturas, bla bla bla… y le vi cara de estar buscando alternativas.
Él sabe que gano dinero en el trabajo porque a veces ve monedas en el portátil (el suelto para las máquinas de vending 🙂 ) y me suele preguntar, «¿qué papá, todo eso lo has ganado hoy en el trabajo?», y como me hace mucha gracia le suelo decir que sí 🙂
Así que me dijo:
– ¡Papá! Podemos pedir los juguetes a los reyes magos, así no nos cuestan dinero, nos quedamos en el pueblo y nos da de comer la abuela. ¡No necesitas volver al trabajo!
El caso es que no me pareció mala idea del todo 🙂 pero le dije que no, que es que necesitamos trabajar y bla bla bla… y muchas más explicaciones adultas… (que no sé si eran para él o para mí)
– No te preocupes por eso – me contestó con mucha convicción – ¡a partir de ahora vas a trabajar para mí!
No le di mayor importancia, pero cuando llegamos a Madrid, sacó su hucha de juguete, una azul que ofrece siempre que vamos a hacer algo, y me dio una moneda de 5 céntimos 🙂
– Esto es solo para empezar – me dijo con cierta timidez. Y como me debió ver cara rara, me repitió: Solo (enfatizando) por empezar a trabajar para mí.
Como me hizo gracia me guardé los 5 céntimos de mi primera paga como padre y me olvidé del tema.
Después bajamos a la piscina y jugamos al fútbol. Lucía (mi hija mayor), Lucas y yo, nos enfrentamos en un emocionante e intenso partido contra dos vecinos de 7 y 4 años (sí, nos ganaron, los Rebate no tenemos mucho futuro en el fútbol). Al subir a casa, Lucas fue a su habitación y me trajo 4 euros de su hucha.
– Toma papá, tu paga por jugar al fútbol con nosotros – me dijo. Y eso no me hizo tanta gracia. Como me negaba a cogerlo insistía – Sí, papá, te lo has ganado.
Al mirarle a los ojos sentí una extraña mezcla de ternura y tristeza. Que tu hijo esté dispuesto a gastarse todo el dinero de su hucha para que juegues con él en unas vacaciones eternas (en ese patio donde siempre es verano y la luna brilla solo para nosotros), te lleva de golpe a las cosas importantes, al tiempo importante y a las personas importantes.
Hemos decidido que usaremos besos en lugar de euros, que aunque vuelva a trabajar seguiremos jugando juntos siempre, y que no necesita pagarme nada, porque jugar con ellos es lo más bonito con lo que puedo soñar.
Quería compartir contigo esta historia personal, por si alguna vez necesitas recordar qué es importante y qué no, y por si pensabas que tener un jefe de 5 años no tenía ninguna ventaja 🙂
Un abrazo, feliz verano y feliz vuelta al cole.