La década que acabamos de estrenar, está llena de grandes retos para el ser humano que demandarán una nueva forma de liderazgo. Si tuviera que destacar una única característica de este nuevo estilo de liderazgo, sería la capacidad de generar una fuerza centrípeta lo suficientemente grande como para acercar personas y grupos enteros de personas entre sí. Necesitamos líderes con «magnetismo cohesionador», ¡necesitamos líderes centrípetos! 🙂
Hace quince años, en el doctorado en filosofía, tuve que hacer un trabajo sobre el libro Tratado sobre la tolerancia, de Michael Walzer.
Walzer decía que:
Actualmente en los Estados Unidos operan dos poderosas fuerzas centrífugas. Una de ellas desvincula grupos enteros de personas de un supuesto centro común; la otra separa a los individuos. […] Ambas fuerzas, comprendidas en su contexto, me parece que se corrigen la una a la otra (a pesar de las leyes de la física).
Esta situación me recuerda el capítulo de los Simpsons en el que descubren que el señor Burns padece todas las enfermedades conocidas. Por separado, cualquiera de ellas podría matarle, pero, milagrosamente, la suma de todas ellas le conduce a una especie de “equilibrio” que hace del simpático señor Burns una persona “aparentemente sana”. En esta situación, si el señor Burns sana de tan sólo una de dichas enfermedades morirá por el efecto de cualquiera de las demás.
Mi opinión, a día de hoy, es que esas dos fuerzas centrífugas, la que aleja a los individuos y desvincula a grandes grupos entre sí, han dejado de corregirse, y que, si no activamos una fuerza centrípeta correctora en esta década, se producirá una gran explosión, o, en el caso de los Simpsons, el señor Burns morirá 🙂
Las dos fuerzas centrífugas
Walzer hablaba de dos proyectos modernos, por un lado la tendencia democrática a la inclusión, y, por otro, la tendencia a la separación o “autodeterminación”, consistente en dotar al grupo de una voz, de un espacio, y de su propia política.
Se extiende el moderno sistema internacional y se multiplican los estados nacionales, las regiones con autogobierno, las sociedades diferentes, las autoridades locales, etc.
Existe un movimiento “hacia afuera”, expansivo, de extroversión, de corte imperialista, colonizador, mercantil; y, a su vez, se multiplican los movimientos “hacia adentro”, de introversión. La defensa de la diferencia en virtud de lo que se consideran identidades substantivas de carácter histórico, étnico o religioso.
Estos dos movimientos están a la orden del día (¡decía Walzer en 1998!), el de introversión dentro del de extroversión, y como respuesta a éste.
No hace falta que te ponga ejemplos, porque no sé a ti, pero a mí me produce una gran tristeza ver grupos de personas poniendo toda su energía en desvincularse de otros grupos. Tenemos el caso claro de Europa, donde proliferan los movimientos y sentimientos nacionalistas. Si en Europa no hacemos algo rápido entraremos en un movimiento irreversible de descomposición.
Estas dos fuerzas operan como una especie de Big Bang, donde una fuerza tiende a alejar galaxias de un supuesto centro común, el origen de la explosión, y otra tiende a alejar entre sí a los diferentes planetas de las diferentes galaxias.
No vamos a profundizar en los argumentos psicológicos, pero sobre el interés personal-económico-político de los dirigentes locales que encuentran ganancia en la escisión, y los intereses de aquellos dirigentes externos que «ganan» en la desestabilización de la región que se fragmenta, el origen último se encuentra en el miedo. Según Walzer:
Las personas han comenzado a experimentar lo que se puede entender como una vida sin fronteras claras y sin identidades propias y seguras.
Los individuos se libran de sus estrechos vínculos locales y se mezclan libremente con los miembros de la mayoría, pero no asimilan necesariamente una identidad común.
En la primera generación de familias mixtas y de individuos divididos […] todos recuerdan, e incluso añoran, unas comunidades más coherentes y una conciencia más unificada.
Los «líderes centrífugos» reinterpretan la historia para apelar a esa identidad y seguridad añorada en un mundo cada vez más grande y amenazante versus el individuo.
Puede ser entendido como un movimiento de acción-reacción, expansión-contracción.
Como dice el lúcido Bauman en En busca de seguridad en un mundo hostil:
Echamos en falta la comunidad porque echamos en falta la seguridad, una cualidad crucial para una vida feliz, pero una cualidad que el mundo que habitamos cada vez es menos capaz de ofrecer e incluso más reacio a prometer.
Los tres grandes retos de un «líder centrípeto»
La gran explosión, a la que hacíamos referencia antes, puede venir en forma de catástrofe climática, biotecnológica, guerra nuclear, o de explosión descontrolada de una superinteligencia artificial. Cualquiera de estas explosiones supondrían un riesgo existencial para el ser humano.
Pero, como decíamos en El antídoto, estas amenazas pueden transformarse en grandes oportunidades.
Si me encargaran realizar un plan estratégico para nuestra especie, me centraría en tres líneas de actuación, que son tres áreas claras de liderazgo centrípeto, porque nos afectan a todos como especie.
La primera sería la relativa al ser humano como especie y a su evolución. Aquí entrarían todos los aspectos filosóficos, emocionales, éticos y biológicos sobre la mejora de la especie, su aumentación (genética, tecnológica o híbrida) y su longevidad. No solo desde el prisma técnico, también emocional.
La segunda trataría sobre el cuidado del «cuerpo anfitrión», que concierne a todas aquellas disciplinas necesarias para extender la vida de nuestro precioso planeta. El cuidado de nuestros mares y océanos, de nuestros bosques, del aire que respiramos y de todas las especies con las que compartimos planeta.
Y la tercera y última sería el Plan B, la preparación ante una «metástasis». Preparar a nuestra especie para saltar hacia otros cuerpos anfitriones. Al ritmo de consumo actual de nutrientes, el ser humano necesitará, más pronto que tarde, extenderse a otros cuerpos y convertirnos de facto en una especie multiplanetaria.
Como dice Michio Kaku, el famoso físico teórico especialista en la teoría de campo de cuerdas, «los dinosaurios se extinguieron porque no tenían programa espacial». Necesitamos un plan B con cierta urgencia.
Yo creo que este será el siglo de la aumentación humana, del cambio de modelo social-productivo para revertir el cambio climático y de la exploración espacial y la conquista del espacio.
¿No te parecen retos lo suficientemente gigantes cómo para unirnos?
Y tú, ¿qué quieres ser?, ¿un líder centrífugo o un líder centrípeto?