De pequeño leí muchas veces las aventuras de Sherlock Holmes de Conan Doyle. Me encantaban. Me gustaba sobre todo la historia en la que Holmes y Watson se conocen (Estudio en Escarlata). No sé cómo, pero un trozo de aquella historia quedó grabado en mi memoria, es éste (más o menos, ha pasado alguna década, varias en realidad, pero prefiero escribirlo tal y como lo recuerdo):
Quien se guiase de la lógica podría inferir la existencia de un Océano Atlántico o unas cataratas del Niágara sin haberlos visto ni oído hablar de ellos. La vida es, asimismo, una cadena, cuya naturaleza conoceremos siempre que se nos muestre tan solo uno de sus eslabones.
Después me fui haciendo mayor (poco…) y estudié al menos cuatro asignaturas que tuvieran que ver directamente con la Lógica, dos en Informática y dos en Filosofía. ¿Sabes de qué me acuerdo? ¡De nada! ¡Cero!
CONCLUSIÓN: Creo que las aulas deberían estar llenas de historias… (estimulantes, apasionantes, memorables). Y, como dice Alicia en su comentario de abajo, los profesores deberían ser grandes contadores de historias…
…y los profesores deberían ser grandes contadores de historias….